Repiquetea el nuevo redoblante y los viejos tambores en aire de trascendental vejez. Aire de gritos y bailes, de giros por doquier. Y un salto nuevo, un paso poco usado de algún bailarín osado que desdibuja el viento con los pies.
Un nuevo sábado juntos otra vez, tan solo por lo que es: una murga de cien pies.
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